Agradecemos la información
proporcionada por el compañero Dany Demon López:
Un día como hoy, de
1879, nace en Morelos, Emiliano Zapata Salazar, el campesino que
adoptó el lema "Tierra y Libertad" de los anarquistas, y
como ellos, luchó hasta el último día de su vida contra los
gobiernos que aprovecharon la Revolución para establecerse:
A los obreros de la
República ¡Salud!
Hermanos de las
ciudades, venid al encuentro de vuestros hermanos de los campos;
hermanos del taller, venid a abrazar a vuestros hermanos del arado;
hermanos de las minas, del ferrocarril, del pueblo, salvad a los
ríos, las montañas, los mares y confundid vuestro anhelo de
libertad con nuestro anhelo, vuestra ansia de justicia con nuestra
ansia.
¡Obreros de Puebla,
de Orizaba, de Monterrey, de Guanajuato, de Cananea, de Parral, de
Pachuca, del Ebano, de Necaxa, obreros y operarios de las fábricas y
de las minas de la República, acudid a nuestro llamado fraternal,
ayudadnos con el empuje valiente de vuestro esfuerzo; que ya cruje,
que ya se bambolea esa armazón de la tiranía carrancista que,
cimentada en el fango de la infidencia, forjada en la fragua de las
ambiciones y amarrada con los reptiles inmundos de la impostura y de
la perfidia, quiso un día erguirse a la faz del mundo, como el
edificio grandioso de las conquistas de la revolución reivindicadora
de nuestros derechos a la vida!
Falaz y artero el
carrancismo, esa burguesía uniformada de amarillo y ceñida de
cananas, vistió ayer apenas la blusa noble del taller y fingió
tenderos la mano; su voz se tornó halagüeña y compasiva, y, con el
timbre de la elocuencia libertaria entonó con vosotros el himno de
las reivindicaciones obreras. carecíais de pan para vuestros hijos:
con una mano -mano oculta entre sombras-, cerró los talleres que aún
estaban abiertos; con la otra -¡generosamente tendida!- os ofreció
a cambio de vuestra sangre el mísero haber del soldado, a cambio del
yugo del capataz, del patrón, la férrea disciplina; a cambio del
taller alumbrado, la obscura noche del cuartel ... y con la misma
mano -¡siempre generosa!- os ungió en nombre de Carranza, ¡soldados
de la Revolución! La lucha os vió gloriosos en el combate, vuestros
batallones fueron citados en la orden del día; luchasteis con el
denuedo del que lucha por disipar las sombras del presente, con el
ansia del que pugna por ver la aurora del mañana.
El desengaño fue
cruel y no se hizo esperar. En vez de la ayuda prometida a vuestros
sindicatos, vino la imposición gubernativa, exigente y tiránica; se
quiso hacer del obrero la criatura dócil del gobierno, para preparar
cuando la farsa de las elecciones llegara, la exaltación al poder de
los paniaguados del carrancismo; es decir, se quiso hacer un arma que
sirviera de apoyo a la tiranía y a su aliado el capital, nada menos
que de los sindicatos, es decir, de las agrupaciones creadas para
defender el trabajo contra las expoliaciones y abusos de ese mismo
capital, y por haber querido resistir a esa presión gubernativa,
vosotros, lo sabéis, el carrancismo llegó a donde el mismo Huerta
no llegara, a cerrar vuestra casa, vuestro templo de libertades, ¡la
Casa del Obrero! No fue todo, bien lo sabéis; cuando la huelga vino,
se os negó el derecho de huelga: en vez de hacerlo los patrones,
Carranza os impuso sus condiciones, de acuerdo, claro, con ellos. Y
como si no fuera bastante, ¡a los que protestaron, la prisión!;
como si no fuera demasiado, ¡a los que resistieron, el cadalso!
¿Queréis más? ¿Queréis mayor infamia?
No; vosotros no
podéis estar con vuestros enemigos. Vuestras reclamaciones son
parecidas a las nuestras. Exigís aumento de jornal y reducción de
horas de trabajo, es decir, mayor libertad económica, mayor derecho
a gozar de la vida; es lo que nosotros exigimos al proclamar nuestros
derechos a la tierra. Solo que, menos tiranizados que nosotros
creisteis encontrar en el pacifico sindicato, la fórmula infalible
que pusiera remedio a vuestros males; en tanto que nosotros no
pudimos ni debimos pensar sino en las armas, en la rebelión abierta
contra los conculcadores de nuestros derechos; porque cuando el
oprimido no es dueño ni aún de lamentar su suerte, cuando la misma
justísima protesta contra sus verdugos es ahogada, al formularse
apenas en su garganta; entonces no queda a este oprimido, otro camino
digno ni otro gesto redentor, que el de esgrimir las armas,
proclamando vencer o morir; morir primero, antes de continuar más
tiempo siendo esclavo.
Tras seis años de
tremenda lucha infatigable, la aurora del triunfo se columbra por
fin; el carrancismo, el más pérfido de los disfraces que la
burguesía ha revestido en nuestro país; el carrancismo,
desenmascarado y podrido de pretorianismo, marcha a su ruina. El
triunfo, pues, de nuestros principios, de los consignados en el Plan
de Ayala, se acerca; a vosotros, obreros, os toca acelerarlo,
poniendoos de nuestra parte.
Que las manos
callosas de los campos y las manos callosas del taller se estrechen
en saludo fraternal de concordia; porque en verdad, unidos los
trabajadores, seremos invencibles, somos la fuerza y somos el
derecho; ¡somos el mañana!
¡Salud, hermanos
obreros, salud, vuestro amigo el campesino os espera!
Tlaltizapán,
Morelos, 15 de marzo de 1918
Emiliano Zapata
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