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Publicado el 21 de diciembre del 2012 en http://valedor.org/2012/12/21/la-masacre-de-acteal/
Y ocurrió, mis valedores, que en agosto del 2009 fueron ya liberados veinte de los paramilitares que purgaban condena como presuntos asesinos de nueve hombres, quince niños y veintiún mujeres, cuatro de ellas embarazadas, en la comunidad chiapaneca Las Abejas, de Acteal, municipio de Chenalhó. Los paramilitares quedan libres, declara la SCJN, no porque sean inocentes, sino porque los expedientes adolecían de irregularidades diversas. En los tales expedientes salen a relucir los nombres de un presidente de México (Ernesto Zedillo), un Abogado de la Nación, Jorge Madrazo, un gobernador de Chiapas, Julio César Ruiz Ferro, y autoridades de la procuraduría estatal. Porque la memoria histórica no se nos muera con las víctimas de Acteal, aquí el testimonio de los protagonistas y víctimas de la masacre, con esa sintaxis que le confiere autenticidad:
“Cada noche el dolor terrible, implacable, de la muerte, le provoca pesadillas a Rosa. En medio de la oscuridad despierta llorando la pequeña niña tzotzil. Sus gritos rasgan el nocturno silencio que se cubre con un lamento callado que se deja oír como imitando el sonido que produce el agua de un río.
A sus dos años, Rosa es perseguida por el insomnio desde el día que sobrevivió a la matanza en Acteal. El recuerdo de aquellas horas en que estuvo entre los muertos le hizo perder el sueño, de la misma forma súbita en que su familia fue arrancada de su lado por las balas asesinas.
La madrugada del día veintidos llegó hasta el campamento José Méndez y nos contó que los paramilitares planeaban atacarnos como a las ocho de la mañana. Eran las 2 de la tarde cuando nos dio aviso.
Esa noche el mencionado José Méndez había estado presente en una reunión de los paramilitares en La Esperanza. Había sido detenido por ellos horas antes en Chimix por violar la disposición de los priístas armados que impide a los campesinos de Chenalhó vender el café que cosechan en la zona. José fue trasladado a su pueblo y ahí fue obligado a participar en una reunión de los paramilitares de Chimix, Acteal Quextic y Pechiquil,”.
Vicente Luna Ruiz, sobreviviente de la masacre. “Protegido por el cauce del manantial que se abre entre los cafetales, primero pensé que yo era el único que se había escondido cerca de los agresores, pero no, la mayoría de la gente se refugió en el arroyito bien cerca de la ermita, hasta ahí fueron a dispararles. Todos pensamos que no nos iban a matar, por eso nos fuimos a quedar nada más ahí en la barranquita. Yo quedé como a ocho metros de donde murió la mayoría.
Los agresores se acercaron hasta cuatro metros para disparar. Algunos con los pelos cortados como militares, unos vestidos de azul, otros de negro con un pañuelo rojo en la cabeza y otros venían de civil.
Lo que más se escuchaba, además de los tiros, eran los gritos de los niños y mujeres. Hicieron mucha bulla. Se escuchaban disparos muy fuertes y otros no tan fuertes y los niños lloraban y lanzaban alaridos. Lloraban desconsolados mientras los mataban en el arroyito. Todos estaban en el arroyo amontonados. Donde estaban los muertos murió mi hermana con su bebé, cayó la mamá muerta por las balas, aplastó a su hija al caer”.
Ocho años más tarde, el testimonio de una de las víctimas que logró sobrevivir. Acteal Alto:
“Zenaida es una niña triste, condenada a la orfandad y a las sombras por las armas de los paramilitares. Hace ocho años era una niña normal, pero el veintidós de diciembre de 1997 su vida dio un giro brutal”.
La continuación, aquí.
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